viernes, 19 de diciembre de 2008

Vainica Doble - Un metro cuadrado

Este texto es una reinterpretación del que se publicó en la Revista Faro, dirigida por Amador Aranda, a propósito de la Casa Guerrero de Alberto Campo Baeza.
Ahora, dentro del programa de Doctorado de la ETSAM, Teoría y Práctica del Proyecto, en la asignatura "Del abismo al infinito. Enlaces de la materia y el aire.", impartida por José Antonio Ramos Abengózar, he vuelto a redactarlo, eliminando las referencias a la casa Guerrero, ya que se trataba de encontrar un texto que contuviera una idea de arquitectura y pudiera ser origen de un proyecto arquitectónico.

Un metro cuadrado
de tierra es bastante,
un metro cuadrado,
con tapia de piedra
todo él rodeado.
Que la gente sepa
que todo eso es mío
y nadie se atreva
a entrar sin permiso
y, dentro, un manzano
o tal vez una parra
Para refugiarse
en su sombra en verano
con una guitarra,
pues no cabe un piano.
Un metro cuadrado
sembrado de hierba
y en él recostarme
un poco encogida,
rozando la piedra.
Un libro en las manos
con estampas viejas
y canto dorado:
Cuentos de Calleja.
Se escucha un grillo
Oculto en la parra
Un cri-cri que acompaña
Su canto sencillo
Son hermano grillo
Y hermana cigarra
Sobre mi cabeza
Se ve el cielo mío,
Todo el cielo propio
Y poder mirarlo
Sin pedir permiso
Con un telescopio
Y bajo mis pies
Un metro cuadrado
De mi propia tierra
Hasta el fondo adentrado
Para que me entierren
Bajo la maleza
Junto a mi guitarra
De pie o de cabeza.
Un metro cuadrado. Vainica Doble.


Un metro cuadrado - Los Planetas


Esta canción de Vainica Doble sería la banda sonora ideal para hablar de un tipo de arquitectura, firmemente anclado a la arquitectura mediterránea, pero que también se puede apreciar en culturas en principio tan lejanas como la japonesa. Las interpretaciones del texto no se limitan a una tipología de vivienda o de arquitectura doméstica, sino que hablan de una actitud ante la vida, o ante la forma de habitar los espacios, ante una forma de concebir los mismos para ser experimentados de una cierta forma. La contemplación, la intimidad, son más importantes en este tipo de arquitectura que el ornato o la forma específica de la vivienda. Disponer de un espacio en el que experimentar la naturaleza, en una versión reducida y elemental de la misma, pero que nos permite que los sentidos sean protagonistas de la vivencia. Una arquitectura en la que el tacto, el oído y el olfato tienen la misma consideración que la vista. Las vivencias y las sensaciones del habitante son más importantes que la exhibición ante el observador externo.
Una arquitectura en la que es una tapia la que delimita una porción de terreno en el que el habitante de la misma se pueda sentir dueño de su territorio. Los elementos necesarios para dicha experiencia se reducen al mínimo, y quizá por ello elegir la proporción justa de los mismos y la relación entre ellos pasa a ser un punto de partida del proyecto. Una arquitectura o una forma de entender la misma en la que los materiales no se eligen por su aparente riqueza, sino por lo que son capaces de transmitir.
También habla de la luz, de su complementario que es la sombra, del refugio que puede conferir en un clima cálido un simple elemento que arroje sombra sobre un espacio sin necesidad de cubrir el mismo. La presencia de una mínima vegetación que sea la que proporcione esa sombra y permita disfrutar de la humedad que sus hojas, o la tierra que le sirve de soporte almacenen. Una presencia que nos está excitando el tacto, pero también el olfato al apreciar la fragancia de sus flores u hojas y el sonido que estás producen al estremecerse ante una ráfaga de viento o ante una ligera brisa al anochecer.
La elección de los materiales también contribuye a excitar estos sentidos. Un pavimento de madera o uno de piedra natural nos transmitirán unas sensaciones, que potenciarán la sensación de resguardo que proporciona la arquitectura. Un tacto frío en verano nos acogerá del mismo modo que poder caminar sobre un suelo de madera en invierno. Un muro rugoso nos permitirá abstraernos en su roce, disfrutar del mismo mientras la mente se evade a otros lugares, piensa en los recuerdos que le brinda ese ámbito privado.
También nos habla de la relación exterior interior y de sus límites difuminados. Podemos presenciar el cielo, enmarcado dentro de nuestros límites, pero aún sabiendo que no pertenece a nuestro ámbito, pasa a formar parte de la vivienda. Se disuelven los límites entre interior y exterior. Cuando se está en el interior de la vivienda se está contemplando un exterior que nos pertenece, que está controlado dentro de los límites que hemos fijado. Nos permite situarnos con la imaginación fuera de nuestra pequeña porción de territorio. Pero cuando nos hallamos en el exterior, en el patio que hemos delimitado y hemos controlado con esos elementos mínimos, la tapia, la vegetación, nos sentimos a salvo, refugiados del exterior aunque tengamos el cielo sobre nuestras cabezas y parte de la naturaleza invada nuestro territorio.
Al fin y al cabo nos estamos proporcionando un espacio de goce, un lugar donde poder dedicarnos a las actividades que expanden nuestra mente: la lectura, la música, la compañía de las personas queridas.